21 septiembre, 2010

Cap.4 "Decisiones"

Capitulo 4

-Es imposible- dije más para mí que para Zven.
Apenas podía creer que aquellas marcas estuvieran en la zona de mi clavícula izquierda, pero así era, estaban, bien definidas, perfectamente alineadas entre ellas, y al tocarlas sentí un dolor punzante.
-Será mejor que te desinfecte eso. Va a doler.
Un pequeño gemido salió de mi garganta cuando Zven echó un chorro de alcohol en las heridas, había estado tan absorta que no me di cuenta de que había echado mano del botiquín. Estaba aun dándole vueltas a todo lo ocurrido aquella noche. No entendía nada. Me comencé a marear, todo daba vueltas, me balanceé hacía un lado apoyándome en el último momento contra la bañera. Zven me tenía sujeta por los hombros, cuando me miró fijamente apenas pude devolverle la mirada, de soslayo vi mi pálido reflejo en el espejo y mi frente perlada de sudor. Tenía frío. Zven me puso la mano en la frente, suave como un pétalo de jazmín y con un olor que me parecía de todo menos normal… Un olor fuerte y dulce, tanto que me empalagó el paladar, haciendo a mi saliva volverse más espesa y costosa de tragar. Su piel parecía cálida en mi frente… quería sentir ese calor en todo mi cuerpo, recubriéndome, protegiéndome. Entonces caí inconsciente en los brazos de Zven, mientras todo se volvía de un color carmesí intenso.


Fran esperaba fuera. No le dejaban entrar por no ser un familiar, aunque fuera lo más parecido que tuviera Lili. Cuando estaban en su casa la luz se había ido y Lili había ido hacia el baño, cuando pasó un tiempo prudencial decidió entrar y la encontró inconsciente, perfectamente extendida a lo largo del baño, pálida como la muerte y con una temperatura muy inferior a la normal. Llamó al 112. La ambulancia llegó y se la llevo entre mantas térmicas.
Aun le hacían pruebas, miraba a través del cristal que separaba de U.C.I del pasillo que permanecía en penumbra. Comenzaba a amanecer haciendo que unos pocos rayos de luz entraran por la persiana cerrada a su espalda. Entonces observó como otra enfermera distinta iba, le sacaba sangre, le tomaba la temperatura, modificaba el gotero y se alejaba escribiendo algo en el historial. Llevaban así unas dos horas. La visitaba una enfermera o médico distinto cada quince minutos más o menos, la espera era intensa y amarga, mientras, Lili se revolvía inquieta de vez en cuando, puede que tratando salvarse de la oscuridad que la obligaba a permanecer postrada en aquella cama de blancas y ásperas sábanas de hospital, unida a un gotero que no paraba de molestar con su continúo sonido en la cabeza del joven, unido como en un pacto con el reloj, que marcaba cada ácido minuto, cada hora en una insufrible agonía. Y sin poder hacer nada. Sintiéndose como un mal amigo, dejando a Lili vagando por Dios sabe dónde, puede que en un oscuro rincón de su mente, aquel tan oscuro e inaccesible  como era Lili en sí para todo el mundo. Él sabía que ese lado de Lili era oscuro, era su centro, su lugar más escondido y oculto, un lugar que ni él mismo estaba seguro de querer conocer. Su amiga siempre aparentaba tras sus burlas y sus ironías su autentico yo, que se mostraba perturbador y peligroso hasta para ella misma. Poco sabía de esa Lili oculta. Le daba miedo, autentico pánico pensar en ese lado, el otro lado del espejo, la otra cara de la moneda. Ese lado que hacía a Lili tan vengativa, tan desconfiada, tan autodestructiva…

Todo estaba oscuro en su mente. Intentaba entrar buscando la manera de despertarla de su letargo, lo llevaba haciendo desde que cayó sobre mis brazos, como una muñeca rota de delicada porcelana. Pero su mente era como un pozo oscuro, creado a partir de recuerdos que levantaban en mí la más pura de las rabias. ¿Cómo podía vivir así? Solo respaldada por su odio, por su rencor, pero lo peor no era eso, lo peor es que eso sentía por ella misma, se odiaba, cada día era un sufrimiento que debía pasar porque no merecía ni la misma muerte. Me dolía estar en su mente, no solo por el agotamiento que implica, si no por ese odio, que parecía tan mío… Entonces la encontré, en lo más hondo de su alma, acurrucada, abrazando sus rodillas con la cara enterrada en sus cabellos color cobre. Cuando me acerqué levantó la vista. En sus ojos no había sorpresa, tampoco disgusto, estaban vacíos de cualquier expresión, de un frío color jade.

>>Debes despertar.
>>No.- Su voz sonó como un eco, venido desde el averno, pero aun así su rostro no cambio.
>>Si no despiertas… entrarás en coma o… algo peor.
>> ¿Morirme?- su voz sonó desafiante, entonces comenzó a reírse, con una voz quebrada, tanto que le dio un acceso de tos.- Ya estoy muerta.

Una gran luz nos absorbió a ambos y una gran nebulosa de colores se abrió ante nosotros, formando formas. Era una sala de urgencias. Lili estaba tumbada en una camilla sola.

>>Observa y verás a que me refiero- dijo su mente, haciendo desaparecer lo que mostraba ante mí con su forma y aspecto.

Un médico joven, de unos treinta y pico años, de pelo color negro y ojos marrones se acercó a la joven. Ella replicó que solo se había mareado en clase, solo un simple mareo, repitió con convicción. El joven la miró con lastima. Entonces  sentí como si me clavaran agujas en los oídos cuando oí al chico decirle que tenía cáncer. Un tumor estaba oprimiéndole las cervicales, provocándole los mareos, los vértigos y los desmayos. Según decía el cáncer estaba muy avanzado, aunque con un tratamiento… Lili lo calló. Entonces supe que iba a morir. De la misma manera que lo supo ella con ciega aceptación.
MI cabeza amenazaba con explotar, me tuve que apoyar en la pared que había junto a mí para no caer desfallecido. La conexión se desvaneció. Un hambre voraz se hacía notar en mi cuerpo, tensando todos mis músculos, haciendo que mis colmillos se extendieran dentro de mi boca, perforando la encía, mis ojos habían cambiado, la pupila se había hecho más grande, casi devorando mi iris, haciendo que la lúgubre luz de la farola pareciera intensa y cegadora.


Pasaron siete largas horas hasta que Lili comenzó a despertar, seguía teniendo la temperatura baja y el color rosado de su piel era inexistente. Fran apenas podía decidirse a entrar. Tenía miedo. Llevaba siete largas horas esperando el momento en que los ojos felinos de Lili comenzaran a abrirse, pero no estaba seguro de poder verla débil como le habían dicho los médicos que se encontraría, decían no poder decirle que le ocurría a Lili, cómo hubiese deseado estamparle la cabeza al médico contra la máquina de café. Entonces dio el paso y entró en la lúgubre habitación, Lili miraba al frente, con su característica mirada contemplativa. Fran sabía que esa mirada nunca traía nada bueno. Sabía que Lili tenía algo en la punta de la lengua, algo que deseaba salir al exterior como una flecha del arco, igual de mortífera y eficaz, mientras que Lili la contenía buscando el bálsamo necesario para curar sus estragos, pero por su expresión parecía que esta vez no había bálsamo reparador que sirviera, sus ojos se veían de un marrón intenso que solo adquirían cuando Lili estaba angustiada. Sabía que en aquel momento Lili necesitaba estar sola, llorar… cortarse. Un escalofrío le subió por la espalda. Pero allí estaba, atada a aquella cama de hospital, tan débil como una muñeca de porcelana, con los ojos hundidos e inyectados en sangre, porque por lo que había oído su presión craneal había aumentado reventándole las pequeñas venas de los ojos. Era como ver a la mismísima muerte, frente a frente. Con esa expresión vacía, fría, inexpresiva… Cómo un antifaz que ocultaba su propio dolor. Entonces oyó algo, algo que le tocó el alma y el corazón. Una flecha envenenada… pero aun así su cerebro no podía procesar el qué era, sabía que era algo lacerante, sabía que hacía daño… pero no podía saber que era. Entonces ante sus ojos aparecieron imágenes superpuestas a la realidad de aquella habitación de hospital, imagines si lógica ni continuidad…
Sangre, llantos, lápidas, un ataúd… Entonces todo se conectó formando un entierro, un entierro donde apenas se hallaba gente, solo él lloraba. Un ataúd se mostraba cerrado exceptuando la parte superior, dejando al difunto despedirse del cielo y del crepúsculo. Entonces se acerco y no pudo contener un grito de horror. Lili estaba dentro, tan mortecina como nunca la había visto, sus labios antaño carnosos y rojizos se veían agrietados y purpúreos, mientras sus parpados ocultaban sus ojos, pero cuando Fran creía poder calmarse los parpados se abrieron, dejando ver unos ojos vacíos, tan opacos que no mostraban color y entonces de forma demoníaca los labios de movieron pronunciando una horrenda frase que le perforaba los tímpanos.

-Estoy muerta.

La voz de Lili lo sacó del trance, se había levantado de la cama y lo sacudía con fuerza, pero se notaba que estaba débil.

-No quería que lo supieras Fran, quería ocultarlo… Pero no puedo mentirte. Tengo cáncer. Y me muero- Esto último lo dijo con vacilación.

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