Capítulo 5
-Me alegro de qué estés aquí- dijo Lili con tranquilidad mirando a la ventana, en ella había alguien.
-¿enserio?- dijo este con incredulidad.
-mejor aquí que en mi mente- dijo mientras mordía un pedazo de tarta que Zven le había traído, su favorita.
-Lo siento, tenía que despertarte, te prometo que no lo volveré a hacer- dijo este recordando la oscura mente de Lili…
Ella lo miró fijamente, sus ojos se veían de color verde jade, su pelo estaba húmedo y goteaba agua con olor a champú de mango. Tenía los labios entreabiertos, y el cuello relajado, al igual que los hombros. Pero aun así mantenía cierta dignidad, la misma que reconocía Zven en su sangre real. Pero su rostro blanquecino estaba surcado de profundas ojeras de un púrpura intenso. Y se moría. No podía evitar pensar eso.
-Mañana por la noche me voy- dijo suspirando con resignación y franqueza.
-¿Por qué?- en su mirada se veía tristeza.
-No quiero ver como mueres, odio ver como muere un humano…-se quedó pensativo.
-¿qué quieres?- preguntó dubitativa Lili.
-Bueno, si. No quiero ver como te vas marchitando.
A eso precedió un largo y pesado silencio, para Lili fue tan pesado como la carga de Atlas. Ninguno se miraba, no eran capaces. Dentro de Lili había un conflicto, siempre había querido a Fran, desde que lo conoció. Pero Zven despertaba en ella sensaciones desconocidas. O puede que simplemente sacara de ella todo lo que estaba escondido, tan profundo que casi se olvidaba de que estaba ahí. Fran era todo, pero se había quedado pequeño con Zven, tan minúsculo que si cerraba los ojos no era capaz de recordar su rostro. Y el de Zven parecía grabado a fuego. Pero algo más lo hacía importante. Lili no quería morir aún. Él podía hacerla inmortal, podía hacerla fuerte y poderosa. Una hija de la noche.
-No te vayas, no voy a morir.
Tras irse Zven prometiendo esperar a que ella abandonara el hospital para hablar, Lili cayó en un profundo sueño, sumergiéndose en su mente, como cayendo a un pozo de oscuridad donde unas aguas heladas la devoraban, abrazándola y fundiéndose con ella.
Lili estaba andando por una angosta calle, hacía mucho frío, tanto que sus manos se estaban poniendo moradas y apenas sentía las yemas de los dedos. Sus pies marcaban el paso de manera firme, pero por más que anduviera no veía final de la calle, harta entonces cerró los ojos y giró a la derecha. Tuvo que llevarse la mano a la boca para contener un grito, pero aun así este escapó de forma ahogada de sus labios.
Frente a ella estaba Zven, vestía un vaquero sucio y desgastado y una camisa de lino desgarrada. Permanecía de pie, no por voluntad propia, si no por la flecha de color negro que se hundía en su pecho y lo mantenía clavado en la pared. Zven apenas pudo sonreír al ver a Lili, su pecho emanaba sangre oscura, casi negra a borbotones. Estaba realmente pálido. Su piel estaba tersa sobre los músculos y huesos, las extremidades caían sin fuerza alguna. Lili pudo percibir la respiración forzada del vampiro a pesar de estar separados por varios metros.
Ella avanzó rápidamente hacia él, empuñó la flecha y la arranco del pecho de Zven haciendo que él soltara un alarido aterrador. El vampiro cayó sobre sus rodillas, para luego caer de lado, roto, con expresión vacía. Estaba muerto. Su cuerpo comenzó a consumirse a cámara rápida. Pronto solo quedaron huesos y luego polvo.
Lili se despertó sobresaltada con lágrimas en los ojos.
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